domingo, 31 de marzo de 2013

CUESTIÓN DE TIEMPO


Miro la cara al tiempo y, despacio, le ayudo a levantarse. Está viejo el tiempo. Me da pena. Necesita apoyarse en su pasado, recordar su existencia. Convencerse de que todo lo hizo bien, justificarse para sobrevivir.
Ah, tiempo, qué cara  más arrugada tienes ya. Aunque continúes, implacable, matando a otros para alimentar tu pretendida permanencia.
Sí, tiempo, te crees eterno y, sin embargo, eres mortal. Porque cuando ninguna criatura pueda medirte dejarás de existir.
No tienes porvenir, solo hay que  esperar a tu irremediable final. 

18 comentarios:

Emilio Porta dijo...

”El hombre es la medida de todas las cosas” (Protágoras).
Todo lo que percibimos es producto del pensamiento humano. Con él se acabará también la percepción del espacio y el tiempo, tal y como los conocemos. Ojalá no ocurra en muchos siglos. Aunque tengamos que seguir soportando la dictadura y los caprichos de ese marco temporal que la vida impone. En cualquier caso seríamos los primeros que se sobreponen a un principio y un final, incluso como especie. Claro que si de verdad fuéramos divinos...pero no parece. Al menos no somos capaces del don de la inmanencia.

Emilio Porta dijo...

Si lo somos, temporalmente, de la trascendencia. Sin entrar en cuestiones filosóficas profundas de si la inmanencia se opone a la trascendencia o ésta es simplemente una proyección exterior de la inmanencia, lo cierto es que el Hombre ha trascendido en determinados momentos a sus limitaciones, e incluso a su primera condición básica animal, para ir más allá.
¿Cual es la condición verdaderamente humana? Sin duda, para mí, como ya he expresado abiertamente en muchas entradas y comentarios, la capacidad de articular un lenguaje, crear un código que permite la comunicación compleja y determinar y proyectar los deseos, creando, además, memoria y enlaces consigo mismo y el resto de la Humanidad y siendo capaz de conocer, reconocerse, y lo que llamamos crear.
El lenguaje - ese código que alumbra el pensamiento y lo eleva y desarrolla - es la base del ser humano. Y la única trascendencia posible es la que parte del pensamiento que, a su vez, engloba y superpone las emociones y da lugar a todo lo que supone el paso del Hombre sobre el planeta. La medida, pues, es la medida creada por el lenguaje, que, a su vez, permite un tipo de percepción y expresión únicas y diferentes a otras especies menos evolucionadas. Otras tienen sus códigos de comunicación y de lenguaje, qué duda cabe, pero no permiten la trascendencia más allá de conductas elementales.

carmen fabre dijo...

Sé que quizás es deformación profesional pero en cuanto he leído tu reflexión me ha venido a la mente otra: "lo realmente eterno son los genes, el hombre es un simple vehículo que utilizan para permanecer en el tiempo y en la especie"

Un abrazo.

Emilio Porta dijo...

De las pocas verdades comprobables, sí. Eternos...mientras dure la especie. Qué vana ilusión esto de la individualidad, ¿verdad?. El individuo como vehículo con matrícula - eso sí, diferente para cada uno - pero todos con motor de gasolina. Hasta que se acaba. A veces se puede repostar y otras...se funde el motor y, adiós. La patente - o sea los genes - siguen, sí. Los de algunos al menos. Buena reflexión, Carmen.

Rosa dijo...

Me viene a la memoria, mientras te leo, aquello que decía Aristóteles: "El tiempo es la medida del movimiento entre dos instantes" y entonces consigo explicarme por qué, ese tiempo que envejece, necesita apoyarse en sus vivencias para levantarse y siento que tal vez nuestra pasividad le esté matando.

Me ha encantado ese diálogo con el tiempo mi querido Emilio.

Un abrazo

Emilio Porta dijo...

Me ha encantado que te encante, Rosa...Hay diálogos de amistad en silencio. Y no necesitan muchas palabras. Como algunos de tus poemas. Como algunos de los míos. Me gusta pensar. Pero no por sentir que soy un pensador, sino por poder enfrentarme a las cosas sabiendo lo que son. Vivir, al fin y al cabo, es siempre una asignatura por aprender. Otro abrazo para ti.

Mari Carmen Azkona dijo...

No hay duda, Emilio, que estamos ante un extraordinario texto. Un relato que, incluso por encima de las reflexiones que suscita, que son muchas, me resulta conmovedor. La imagen del tiempo como un viejecito, cansado, desorientado ante la pérdida de su cualidad de eterno, me enternece. No puedo remediarlo. Pero pensemos que, tanto para él como para nosotros, el tiempo, como dice Jose Luis Sampedro, es más que oro, es vida. Y conjuguemos todos esos instantes que si son eternos.

Bonito relato, gran reflexión, enhorabuena.

Besos y abrazos.

Emilio Porta dijo...

A pesar de que, a veces, es un miserable egoísta, un implacable asesino, un depredador incansable, fíjate si eres buena, Atxia, que te da pena incluso el tiempo...claro, porque le haces humano y comprendes que se le acaba su propia esencia. El tiempo y su medida no existirían si no existiera el Hombre y supongo que ese personaje sin alma morirá para siempre cuando el último ser humano deje de latir, si eso llega a ocurrir, claro. Es evidente que nosotros solo podremos hacer una apuesta sobre el tema. Una apuesta que en ocasiones parece cercana a ser ganada por la probabilidad de la destrucción y otras, sin embargo, parece que empuja más la esperanza.

Mari Carmen Azkona dijo...

Emilio, no seas injusto con el tiempo, él no tiene la culpa de que hayamos nacido con fecha de caducidad. Él es ajeno a las leyes de la naturaleza que son las que, de esa manera, aseguran la continuidad de la vida... Es el modo que tiene la vida de renovarse y evolucionar.

Pobre tiempo… en nuestra rabia y deseo de eternidad intentamos encerrarlo, dominarlo… Lo segmentamos en horas, minutos, segundos, nanosegundos… aferrándonos a un espacio temporal cada vez más pequeño. Él ya estaba antes de que apareciera en Hombre en la Tierra y, seguramente, si alguna vez desaparecemos, él continuará. Solo somos una pequeña mota de polvo en el Universo. Eso sí, polvo de estrellas.

Emilio Porta dijo...

Recibo este comentario firmado por M. Poveda, aunque como anónimo. Pese a no publicar, normalmente, anónimos, dado que la autora lo ha enviado para ser publicado y también por su contenido, lo transcribo:
"Debo felicitarle por su capacidad de reflexión. Leí en un libro de una amiga algo que me llegó tanto como su comentario. Usted hizo el prólogo del mismo, excelente por cierto. Ella siempre me hace pensar, al igual que usted"
" El entusiasmo es el pan diario de la juventud. El escepticismo, el vino diario de la vejez" (Pearl S. Buck).
Y un hermoso poema, que supongo de la autora del comentario:
"Todo estático,
nada se mueve,
nada pasa
tal vez,
solo el tiempo:
imparables
secuencias de la vida.
Heridas, arrugas
en ojos de cataratas
repasan sus películas.
Duro trabajo
girar el cuello
y mirar atrás
sin que el corazón
se rompa a tiras".
M.Poveda

Emilio Porta dijo...

Muchas gracias, amiga, por su comentario. Y también por este bello poema que complementa, sin duda, la entrada. Hay comentarios que merecen la pena y el suyo lo merece. El poema, enraízado profundamente en la vida, me sugiere, también, un pensamiento optimista. Mirar atrás para que la memoria empuje el presente. La vida es un conjunto de momentos. Heráclito decía que no nos podemos mirar dos veces en el mismo agua de un mismo río. Y es así. Pienso, siento, que el escritor, precisamente, lo que hace es conservar la memoria, que nada se pierda en el olvido. Esa una tarea maravillosa que, para mí, es la esencia de la escritura. Gracias por el comentario, el poema y la aportación.

Emilio Porta dijo...

Quiero pedir disculpas porque M. Poveda me acaba de comunicar por mail que he confundido la autoría del comentario como si fuera de una persona que es amiga común. Siento, Manuel Poveda, haber contestado como si el comentario anónimo recibido perteneciera a una autora, no a un autor. En cualquier caso el valor del comentario permanece y su magnífica aportación también. Gracias, de todas formas, por su valoración de mi escritura en su última comunicación particular y aquí. Decir que soy un autor que no sobreescribe y no emplea tres páginas para decir lo que se puede decir en unas líneas es algo que me halaga y me satisface. Sí, me gusta la síntesis e ir en corto a los temas, sin descuidar el lenguaje literario, por supuesto. Saludos y gracias.

Mila Aumente dijo...

Sí, hasta el tiempo necesita apoyarse en el pasado para no caerse.

Todo tiene un principio y un fin. Confiemos en que esta sucesión de horas sin sentido lógico, den paso a la esperanza...

Ya sabes que me chiflan tus textos filosóficos.

Un besito.

Emilio Porta dijo...

Y ya sabes lo que te agradezco que te gusten mis textos :-) Un beso, Mila.

Anónimo dijo...

Como dijo Charles Bukowski:
A veces me entran ganas de levantarme la piel y preguntar:
"hay alguien ahí debajo".
Sí, claro que sí: el paso del tiempo.
Es posible que, en ocasiones, sintamos el aroma de la muerte enredada en en la viscosa geometría que agrieta nuestra alma.

Si algo persiste sin descanso en su trayecto, ese es el tiempo.

Los recuerdos no ayudan a seguir viviendo, más bien agrandan nuestra soledad. Se conviertan en añoranzas, en muletas de existencia que invalidan nuestras fuerzas.

Todo cuanto debemos vivir debe conformar un presente, lo cual no invalida lo vivido. Pues cuando los arroyos que colmaron nuestra sed marchan por otros cauces, debemos aprender a beber de la fuente de la experiencia. De lo contrario, la aridez de nuestro cuerpo cerraría muchos capítulos de las leyendas que conforman toda una vida.

El anclaje al pasado, en algunas ocasiones, nos baña en el lodo del veneno, bien por los maravillosos e inalcanzables momentos o por los menos buenos. Zarpemos pues y procuremos recomponer cada fragmento de nuestro ser. Y que así nos ampare la luna llena sin temor a ese perecer irremediable.


Magnífica entrada Emilio. Recibe mi admiración, respeto y agradecimiento.

Un beso para ti y saludos a todos los contertulios.


Montserrat Tejera.



Emilio Porta dijo...

Magnífico y profundo comentario y reflexión, Montserrat. Me ha parecido un texto para pensar. Y, al mismo tiempo, con una inmensa carga poética. El horizonte del mar se ve distinto según la orilla desde la que lo divisemos. Y lo mismo ocurre con la memoria. A veces la vemos con un lugar de refugio e impulso y otras parece que nos ancla al pasado. En cualquier caso, el ser humano siempre es memoria porque todo lo vivido se acumula y nos conforma. Yo quiero pensar que es para bien. Cortázar hablaba de ese álbum de fotos que ojalá contenga muchos buenos momentos y recuerdos antes de cerrarse. La vida, en sí, ya es lo suficientemente dura como para no buscar lo mejor de ella. Muchas gracias y un beso.

Manuel dijo...

Querido Emilio: comparto totalmente ese concepto perecedero del tiempo que no expones.

Hace ya mucho que empecé a definit el tiempo como "medida de las cosas perecederas". Y creo que así se comporta. Por tanto, tienes razón: cuando deje de haber cosas por medir, el tiempo carecerá de vigencia y ya no existirá. Es más: en mi experiencia personal, no existe.

Un abrazo.

Emilio Porta dijo...

Pues no sabes cómo me gusta que compartamos opinión, Manuel. Por lo que veo, en ti, además, forma actitud. Habrá que pensárselo. Es, quizás, la mejor actitud cara al presente. Y al futuro. Un abrazo fuerte.