Miro la cara al tiempo y,
despacio, le ayudo a levantarse. Está viejo el tiempo. Me da pena. Necesita
apoyarse en su pasado, recordar su existencia. Convencerse de que todo lo hizo bien,
justificarse para sobrevivir.
Ah, tiempo, qué cara más arrugada tienes ya. Aunque continúes,
implacable, matando a otros para alimentar tu pretendida permanencia.
Sí, tiempo, te crees eterno y, sin
embargo, eres mortal. Porque cuando ninguna criatura pueda medirte dejarás de
existir.
No tienes porvenir, solo hay que esperar a tu irremediable final.