viernes, 4 de noviembre de 2011

PERSONAJES

FICCIONES Y HECHOS.
¿Lo real? ¿Lo irreal? ¿Qué es verdad o que es mentira? ¿Los personajes que acaban de aparecer o los que somos detrás de una mascara?. ¿Donde está el límite de la ficción? ¿Dónde el límite de la existencia? ¿Yo soy el que soy o el que deseo ser? ¿Soy siempre el mismo o soy varios? ¿Quien decide lo que cobra sentido y lo que no?. La literatura va siempre más allá de la realidad. Conforma un universo y nos conforma a nosotros mismos como personajes. Y esto es Literatura. La red es, sorprendentemente, literatura. Porque los datos que envíamos son los datos que se perciben y lo que se percibe es lo que es. Fotos, mensajes...la identidad se crea a través de todo lo que emitimos y, si no hubiera encuentros físicos más allá de esto que escribimos, el mundo sería el que nosotros captamos, solo ese. Me cansa, me aburre, el deseo continuo de "verdad", la necesidad de ajustarnos a patrones que nos delimiten, que nos absorban. Nada es verdad o mentira. Don Quijote es tan real o más que Cervantes y los personajes creados por Hergé son su modo de caminar. Flaubert decia que Madame Bovary era él. ¿Por qué ese empeño en negarlo?

20 comentarios:

Emilio Porta dijo...

Esta entrada puede llamar a engaño. No propicia la mentira, la falsedad, el deseo de tergiversar y cambiar las cosas a nuestra conveniencia. Ni mucho menos. Constata, simplemente, cuánto de ficción hay en la comunicación, cuánto de percepción subjetiva hay en la vida que nos rodea. Porque la vida no es más que lo que percibimos. Son nuestros sentidos las que la conforman. Todo es percepción y, por tanto, todo se recrea en el proceso de interiorizar la mirada. El intento de "objetivizar" el mundo en que nos movemos no es más que una ilusión que nos convierte en títeres de conceptos no probados. Nada es verdad ni mentira, decía Campoamor y, en una entrada anterior en mis blogs ahondaba en esta idea. Ahora, como escritor, solo quiero tener el derecho de que mi diario sea Literatura y que mi Literatura ejerza de diario.

La Solateras dijo...

No me siento capaz de contestar a todas tus preguntas, sin embargo lo intentaré con algunas. Mal que me pese soy la que soy, aunque la que desearía ser, de tanto desearla, a veces me concede sus favores y soy un poco ella.

Nadie es uno solo sino varios, muchos diría yo, tantos como los demás ven en nosotros.

Por lo demás no estoy de acuerdo en que la literatura supere a la realidad. La realidad siempre es el manantial que la literatura intenta canalizar.

¡Vaya despertar nos planteas, Emilín!

Un beso

Emilio Porta dijo...

Ahondando en el tema, no digo que la Literatura supere a la realidad, sino que forma tan parte de la realidad como lo que llamamos vida real. Pasado el tiempo, como sabes bien, la vida de Hamlet y la de Shakespeare se asumen por el imaginario colectivo. Mira las llamadas novelas históricas, que la gente toma como realidad. Y es que, Ana, lo que pretendo decir es que nuestras vidas podrían ser un argumento de un demiurgo escondido al que le diera por escribirlas. Decía Ortega que, para él, el concepto vida humana era más biografía que biología. Y yo creo que, desde el punto de vista que deseo enfocarlo, así es. Cuando pensamos en alguien pensamos en un personaje. Nosotros le ponemos y le quitamos, le "idealizamos" (no necesariamente de forma positiva) forma parte de nuestra memoria e imaginación. Algo que ni se ve ni se toca. Aunque, a través de la mente, pueda ser así. La mente humana conforma la realidad por medio de la percepción. No creo que haya nada absolutamente objetivo. Ni nuestras opiniones, ni nuestras sensaciones lo son. Y este es el fondo de la cuestión: nuestro mundo creado por percibido, tan diferente, con la misma realidad exterior, al de otros. Lo mismo que está fuera - si está - es un fondo de escenario que debería ser igual para nosotros que para los peces. Pero no es así: los peces ven todo plano y sin colores y nosotros no. Y entre nosotros...pues tampoco todos vemos lo mismo, aún sin llegar a ese extremo.

Emilio Porta dijo...

Ulises, Penélope...sabemos más de ellos que de millones de personas que han existido. Sus vidas nos han acompañado, lo hacen en nuestra vida real. Incluso creamos canciones y poemas que hablan de ellos. Sí, yo creo que Aquiles tenía un solo punto invulnerable, su talón. Y Jesús, del que solo habla un historiador y de pasada, es, para millones y millones de personas, desde hace siglos, un ser real, vivo incluso. Con este último ejemplo creo que terminaremos poniendonos de acuerdo. ¿Es que los Evangelios no son Literatura? Palabra de Dios, decimos. O sea: la totalidad, la máxima realidad. Y hemos convivido con ella y la hemos hecho nuestra durante años, muchos años, Ana.

Cris Gª. Barreto dijo...

Fuera del hombre jamás morará la verdad, pese a que la mentira pueda ser una "verdad" circunstancial.
Es difícil calcular la justa medida. A mí me ayuda el corazón, el posee un discernimiento muy sano y bien sabe indicarme cuando estoy ante la verdad absoluta. Por otro lado, y valga la contradicción, en otras ocasiones, me ciega y de ahí emana el sufrimiento. Pero no deja de ser un autoengaño, si padecemos es porque queremos, pues todos poseemos raciocinio y ese sexto sentido que te advierte reiteradamente. Lo cual no exime que dejemos de lado el dolor que nos produce circunstancias concretas e irresolubles.
Existen seres humanos que más que personas son personajes, viven sumergidos en el más profundo abisal del mar.
A éstos, se le debe dejar en sus sueños, sin profundizar, porque además, suelen tener una imaginación tan poderosa que pueden imantar y destrozar a quienes les quieran.
El tiempo es el que decide lo que cobra sentido o no, pero obviamente, acompañado del pensamiento y de los hechos.
De nada vale darse de cabezazos contra un muro inexistente, eso es arremolinar los fragmentos del espíritu y adherirlos al viento, al desvelo, al absurdo.
Mencionas el mundo virtual y está bien, pero ese mundo jamás te reportará amor verdadero ni caricias. No olvidemos que el tacto es tan importante o más que el alimento.
A ti te aburre el deseo constante de la verdad, a mí me asusta la persistencia de la -no verdad- de las personas que esconden su mirada, esas que no son francas, y oscurecen la confianza.
Hablas de enmascaramiento. Para mí, cuando únicamente la gente no se disfraza, es en carnavales, jamás he comulgado con ese tipo de festejos.
Existen, ciertamente, patrones que no comparto y amo la libertad tanto como tú, pero, también amo las ataduras con los seres que quiero, sin ellas, no me sentiría un ser humano, tan solo una egoísta egocéntrica sin alma.
Aludes que las personas son igual de reales que sus personajes, esto puede ser cierto en algunas ocasiones, sobre todo, si tocamos temas psicológicos de genios que no estaban cuerdos. De ahí, grandes e inmortales artistas en muchos géneros.
Como tema aparte dices: "Sí, yo creo que Aquiles tenía un solo punto invulnerable, su talón". Yo habría dicho...un punto "vulnerable" matizo.

Para no cansarte, decirte que dentro de ti habitan muchos mundos y, que en mi opinión ninguno es el planeta tierra. Lo cual te convierte en un auténtico genio, algo inaccesible para los meros terrenales como yo.

Me gusta tu texto y mucho, pero si recapacitas, verás que llevas tiempo dando vueltas sobre el mismo círculo.

Felicidades, Emilio.

Ps.: Si hay erratas, ruego disculpas, me espera el mundo real...

Emilio Porta dijo...

Sí, es difícil calcular la justa medida entre verdad y mentira, Cris. Entre otras cosas porque medir la vida siempre es complejo. Y medir conceptos de lenguaje - no otra cosa son los dos términos, aunque parezcan referidos a una realidad consistente, aunque contraria - es una tarea que solo se puede realizar a través de una conceptualización abstracta, muchas veces ajena a las situaciones que sustentan. Me gusta, por eso, mas hablar de autenticidad, que es lo contrario de la falsedad, pues ambos términos englobarían a los primeros, verdad y mentira, y que vendrían referidos a conductas y modos de ser humanos. Dando por sentado que cualquier valoración ética o estética de esas conductas también tiene un componente de educación y la cultura en la que se nace y vive (no es lo mismo el concepto de falsedad en China o Japón, considerados sus habitantes gente más astuta) que, sin ir más lejos, en Castilla, donde la gente tiene a gala ser más franca.
En cualquier caso todo tu comentario es de gran interés y sugiere cosas que propiciarían un debate. Por ejemplo, la idea de que los "personajes" hay que dejarlos en el mundo de los sueños, o que la imaginación puede dañar a personas que necesitan referencias y rutinas concretas, incluso en el terreno del amor. Todo ello llevaría a una larga conversación escrita que, seguramente me animaré a seguir más adelante, quizás hoy mismo, incluso. Muchos besos, Cris.

Emilio Porta dijo...

Pues dicho y hecho, vamos a seguir con otro punto de interés planteado por Cristina Garcia Barreto: el tema de la genialidad y marginalidad o de la diferencia y la integración. Bueno este si que es un tema apasionante, pues, a la necesidad de vivir en sociedad por parte de todos se une, en determinados individuos, el deseo de escapar de ella. La idea de la contravención de normas, en un principio, es adecuada a una etapa de la vida, la infancia y la juventud, mas, cuando se prolonga, entraña un tipo de personalidad, en cierto modo, asocial. Y esto no es malo ( estaría tirando piedras contra mi propio tejado en algunas ocasionew ) sino, simplemente, peculiar y distinto. Y más cuando, además, ese deseo no se corresponde exactamente más que con un examen parcial de la personalidad del individuo. Yo mismo estoy planteando continuamente la necesidad de aislamiento, de silencio, de soledad deseada y en libertad. Y creo firmemente que, para el creador, esos elementos son necesarios. Pero también estoy demandando una ayuda continua de mis conciudadanos para poder vivir sin limitaciones ni carencias, es decir tener cosas como agua corriente, luz eléctrica sin restricciones, ordenador, teléfono, transportes...cosas que necesitan de otros para ponerse en marcha y mantenerse. ¿A que nos lleva esto? Pues a algo muy concreto: solo el deseo es libre. Solo en la volición del deseo el hombre se siente dueño de su mente, de su alma. Y es entonces, en la puesta en marcha del modo de alcanzar sus deseos, del modo de alcanzar sus sueños, cuando se define el comportamiento, cuando se conforma la identidad. En el trayecto tiene que hacer transacciones, alguna renuncia incluso. Pero no de otro modo se puede llegar a la meta. Los obstáculos existen. Y, a veces, son insuperables. Pero, al menos, debemos intentar que no nos anulen.
En fin, tu comentario daría para mucho más. Pero yo creo que, de momento, lo dejamos aquí. Un beso.

Emilio Porta dijo...

Por cierto, las circunstancias hacen cuestionar incluso los más firmes pensamientos. Ortega era un sabio.Una gripe me acaba de devolver a la realidad. Supongo que, cuando hablo de ficción, mi organismo físico responde.
¿Somos entonces, antes que nada, un cuerpo que sostiene todo?. Me temo que sí. No hay elucubración posible con 39 de fiebre. Ni siquiera puedes pensar. Te duelen los huesos, a duras penas ves el teclado del ordenador, escribes porque la cama te ahoga y no puedes dormir, en fin. Así que este comentario es para bajar un poco a la realidad a Port, tan amigo de pensar que la mente puede con todo. Y no, no puede con todo. Puede con mucho, si es una mente fuerte, pero si una miserable gripe - bastante miserable, por cierto - es capaz de dejarle sin argumentos es que, en el fondo, sus argumentos son una entelequia. Debe ser lo que piensan cotidianamente el 90 por ciento de los mortales, que solo piensan, día a día, en sobrevivir. Más o menos como yo hoy. Y es que cuando a uno le tocan la salud, le tocan incluso su sistema de valoración. De todo. Bueno, yo, que no empleo nunca el blog de manera personal, o al menos lo intento, me temo que esta vez he dejado escapar un pequeño suspiro de duda e impotencia. Eso de salud, dinero y amor debe ser una verdad muy contrastada a lo largo de los siglos. Y en el orden exacto.

Emilio Porta dijo...

Apostilla. Me temo que, en determinadas circunstancias, incluso las mentes más conspicuas, si les dieran a elegir entre un Ibuprofeno o un libro de Borges elegirían el primero. Algo de esto plantea Saul Below en un maravilloso libro que se llama Herzog.

Emilio Porta dijo...

Y no te digo nada si el libro, en vez de Borges ( yo, teniendo enfrente El Aleph, en determinadas circunstancias, tendría una pequeña duda porque, de pasarlo mal, mejor hacerlo acompañado de un buen libro )pues eso, que, si en vez de que, en la elección, fuera Borges o Cortázar el autor nos pusieran en el platillo contrario de la balanza un libro de Germán del Estal, pongamos por caso (lo siento Germán, pero aunque se vendan mucho tus libros en algún lugar del mundo, de verdad, no hay quien los soporte) pues eso, tendría menos dudas: el ibuprofeno. Incluso el paracetamol, que es más flojo.

Alejandro Pérez García dijo...

Querido Emilio:

Además de provocar juicios reflexivos entre tus seguidores, sé que eres respetuoso con las opiniones ajenas. Por eso vas a comprender si pregunto: ¿Desde qué punto de vista responderemos al cuestionario que planteas?

Como nada es verdad ni mentira —tú lo dices, y estoy de acuerdo con ello—, todas esas preguntas pueden tener tantas respuestas y matices como encuestados. O más, porque el mismo individuo puede responder hoy “verdad” y mañana “mentira”, realidad o ficción. Todo dependerá de la circunstancia que habite el escenario mental de cada momento. El ser humano es una unidad dividida en sí misma (lo dije hace poco y aún no he decidido lo contrario), y no sólo la influencia exterior, también la apreciación íntima, diseñan sus motivaciones y, por tanto, las consecuencias derivadas, las respuestas emitidas. Por lo mismo, podemos poner punto final en las aseveraciones de tu texto, o conferenciar durante horas sobre cualquiera de ellas. También podemos decir con toda rotundidad, por ejemplo, que la red es ya un elemento imprescindible porque nos coloca en espacios inconcebibles, y al rato asegurar que es una circunstancia deshumanizadora, porque nos aísla privándonos del tacto y contacto directo, recíproco, que siempre hemos mantenido, por necesidad, con nuestros semejantes. Ninguna de las dos definiciones, siendo distintas, falta a la verdad. Tampoco a la mentira.

Nuestro mundo, nuestro universo, no se precipitará por el abismo si procuramos mantenerlo en equilibrio. Quizá mañana, recién levantado, te digo lo contrario.
* * *
He escrito lo anterior antes de leer vuestros comentarios. Podría justificarme diciendo que he preferido no sentir vuestras influencias. Pues no, el tiempo no me da para más. Entraré en vuestras profundidades, lo prometo, un día de estos que no tome el diazepan (sin tilde en la a).

Besos, Abrazos.

Alex

Emilio Porta dijo...

Tu texto, Alejandro, vuelve a ser una entrada complementaria. Sin duda eres uno de esos amigos que yo considero que ve y vá más allá del simple afecto - con ser mucho - que produce la amistad. Claro que la amistad, en mi caso, se genera siempre por confluencia de caminos, y por identificación de actitudes. No es pensar igual, pero si sentir cosas parecidas ante el proceso vital en que estamos inmersos. En realidad no habría nada que contestar a tu comentario, tan claro está, solo decir si estoy de acuerdo o no. Y eso es lo que voy a decir: totalmente de acuerdo. Dices, entre otras cosas: "Todo depende de la circunstancia que habite el escenario mental de cada momento. El ser humano es una unidad dividida en sí misma (lo dije hace poco y aún no he decidido lo contrario), y no sólo la influencia exterior, también la apreciación íntima, diseñan sus motivaciones y, por tanto, las consecuencias derivadas, las respuestas emitidas" Nada que rebatir. Yo, que siempre fui orteguiano, durante un tiempo me hice más valleinclaniano, en el sentido de que Don Ramón decía que no había que estar a la altura de las circunstancias, sino por encima de las circunstancias. Es una postura: vencer o morir. Pero la otra es esperar y ver como va evolucionando todo, qué se puede superar, y qué nos gana la partida o creemos que nos la puede ganar. Si te digo la verdad, veo que todo cambia por momentos. Que tu análisis es impecable y que casi todo es mera elucubración a la que no se puede dar carácter categórico. Hoy si, mañana no, al otro puede que sí. Y esto, llevado al tema de las relaciones humanas, nos hace relativizar casi todo lo que emitimos o recibimos. Cada vez soy menos amigo de las decisiones trascendentes, del nunca-jamás, siempre, etc. Veo, cada día, como inseperables de ayer son enemigos hoy. O viceversa. Veo la relatividad de las opiniones, el cambio de las valoraciones, la transformación de ideas e imágenes. Y me cuesta un enorme trabajo establecer decisiones que entrañen caminos unívocos. Así que, si a estas alturas, todavía vivimos en la incertidumbre - por otro lado el estado natural de la propia vida - no creo que, a partir de ahora, vayamos a establecer más seguridades que las temporales. Cuando lo temporal se mantiene contra viento y marea, entonces podemos decir que algo es ya nuestro,que nos acompaña como seña de identidad. O referencia. Así estamos, Alex. Y, probablamente, así estaremos. Sin más seguridades que las que provea cada diario despertar. Un fuerte abrazo, querido amigo.

Mari Carmen Azkona dijo...

Querido Emilio, nada puedo añadir sobre la verdad y la mentira que no haya dicho ya Alex en su magnífico comentario, ante el que me levanto el sombrero.

Sobre ficciones y hechos, ¿lo real? ¿Y lo irreal?...Si aceptamos la premisa de que todo parte de una realidad, nosotros mismos. Si admitimos que los sentimientos, los recuerdos, los deseos...no son tangibles, pero son reales, ¿por qué no puede ser real todo?


¿Acaso los pensamientos no son el resultado de una conversación con nuestro entorno? ¿Acaso nuestra escritura y nuestros personajes no evolucionan en la medida que evolucionamos nosotros mismos? ¿Por qué no pensar que lo único que es ficción es el marco en el que se mueven los personajes y que todo lo demás es real?

Yo creo que un todo se puede fragmentar en varios pedazos sin que pierda las propiedades, por lo tanto el yo que soy, el que deseo ser, el que piensa, el que escribe...y el resultado de sus acciones, personajes incluidos, son reales.


Menudo ejercicio para nuestras neuronas, Emilio, a tu lado no envejecerán, seguro. Gracias por ello.

Besos y un fuerte abrazo.

Rosa dijo...

Mi querido Emilio, como Mari Carmen me identifico bastante con el comentario de Alex (y tambien con mi incapacidad de leer todos los comentarios... pero lo intentaré).

Lo real es aquello en lo que uno cree en el momento en que sucede, tanto si es observador o protagonista del momento en cuestión. Si no hay una verdad absoluta, los limites pueden ser ilimitados ¿no?

Yo soy quien deseo ser en cada momento, dependiendo del escenario y el público que tenga enfrente y para ellos seré quien necesiten que sea en ese mismo momento...

Casi seguro que al leer este comentario habrá tantas interpretaciones como lectores; es más, si yo lo leyera pasados unos días, posiblemente necesitara modificarlo.

En fin, que ha sido un grato ejercicio reflexionar sobre tu texto.

Un abrazo mi querido amigo

Emilio Porta dijo...

Sí, Mari Carmen, todo parte de ese diálogo interior, de nuestras percepciones y de las reflexiones sobre lo que el mundo que observamos, y en el que nos movemos, es. Y también nuestra situación con respecto a ese mundo y a las personas con las que nos relacionamos.
Cada uno crea su propia realidad, eso es cierto, y podríamos resumir que lo que llamamos real e irreal no es más que un modo de percibir el espacio en el que estamos ubicados y lo que conforma el marco de nuestros pensamientos y movimientos. Nos gusta jugar, a veces, con los conceptos, pero creo que el resumen perfecto es que, todo lo que percibimos, es real. Porque tiene, o la entidad tangible de la percepción directa, o la intangible - pero no menos existente - de lo que la mente crea o recrea. Nada parte de la nada. Las sensaciones son, finalmente, siempre elaboraciones a partir de algo. Finalmente, la conocida frase de Shakespeare define todo: "El Hombre está hecho de la materia de los sueños". Y ahí las divisiones semánticas quedan asumidas en un concepto general que engloba todo y reafirma este concepto de fusión de lo real y lo irreal que es el conjunto del ser humano.

Emilio Porta dijo...

Sin duda, Rosa, el comentario de Alejandro - estamos de acuerdo todos - es perfecto. Define, ajusta, delimita y concreta. Dije que, después de leerlo, poco más había que decir. Y me agrada sobremanera que haya sido capaz de trasladarnos de forma tan lúcida su modo de ver el tema. Finalmente, como tú señalas, la percepción también es interpretación. Todo lo que sucede, creemos que "objetivamente", no lo es. Y por ello ocurre que cosas que llamamos "reales" algunos, no lo son para otros. Y al contrario. Una alucinación, para el que la tiene, es totalmente real y, sin embargo, nosotros la meteríamos en el cajón de lo irreal. Al final solo se trata de que cada uno cree su propio sistema, no quiero llamarlo de creencias, pero sí de referencias. Y a las referencias no hay que darles un calificativo. Esto mismo que hacemos, escribir y navegar por el ciberespacio es concreto y es la traducción de fuerzas electrónicas, chips&bits (mira, no está mal para título de un libro sobre este asunto) que no vemos, pero sabemos que existen. Que el inmenso archivo de sabiduría que se guarda en la red esté albergado en lo que muchos definirían como la nada, un espacio que no se toca, pero se sabe existente, demuestra que las fronteras entre lo real y lo irreal son meramente conceptuales. Yo, la verdad, he aprendido mucho en estas conversaciones mantenidas en los comentarios. Y me he reafirmado en algo que siempre pensé: es el lenguaje el que crea la conciencia y la identidad de la Humanidad. Ese sonido articulado por la laringe del "homo erectus" que, primero fue señalamiento y, poco a poco, fue transformándose en comunicación, es lo que nos hace llegar al pensamiento y a la cultura. Lo demás, sí, evidentemente, es un tema de juego de palabras. Interesante, porque, al fin y al cabo, somos producto de ellas.

Emilio Porta dijo...

Y respecto al otro tema que también muy acertadamente refleja el comentario del Alejandro, lo cierto es que la idea de que sabemos quienes somos o son los otros de forma permanente es, como él señala, inexacta. No podemos "conocer" al otro, y menos encasillarlo, porque el yo de ayer no es el mismo que el de hoy, ni siquiera el de ahora mismo será el de dentro de unas horas. Y eso crea dificultades y problemas en las relaciones personales y sociales, pues nos ajustamos en ellas a imágenes que están cambiando continuamente. Cierto es que las identificaciones profundas se producen respecto a los elementos más permanentes, más constantes, y suelen ser biológicas y culturales de base, pero también es cierto que incluso estos elementos están sujetos a transformación y evolución. La pretensión de delimitar, de tener la seguridad de quien es el otro y prever sus comportamientos y conductas, no deja de ser una derivación de nuestra necesidad de referencias para movernos, pensar y sentir, sin tener que poner en revisión continua nuestro sistema de valores y actitudes. Nuestra "cajita" de seguridades, por decirlo así. No nos gusta vivir en la incertidumbre y nos contraría mucho que los acontecimientos y conductas de las personas no se ajusten a nuestras previsiones. Eso nos desconcierta y rompe esquemas. Por eso tantas personas prefieren vivir sin sorpresas y sin dejar nada abierto a la aventura vital. Viven menos, conocen menos, se enriquecen menos, pero también, seguramente, llevan una existencia más tranquila. El equilibrio entre libertad y estabilidad es algo difícil de conseguir.

Mila Aumente dijo...

Querido Emilio, esta es una más de tus interesantes reflexiones.

Creo que siempre es real todo lo que llevamos a cabo, indistintamente de la máscara o disfraz que la vida o nosotros mismos nos impongamos. El mundo en el que nos ha tocado vivir, a veces, nos pone en situaciones en las que el sistema "nos obliga" a comportarnos de una manera o de otra. Lo realmente importante, eso sí, en mi humilde opinión, es que el disfraz que llevemos en cada momento no nos haga olvidar nuestra verdadera identidad.Y si es posible, que el atuendo exterior no confunda a la persona o personas que tengamos enfrente.

Particularmente, estoy contenta de ser quien soy y nunca me he planteado ser una persona diferente.

En cuanto al límite de la ficción, no creo que para todos sea el mismo, si tenemos en cuenta que hay gente que se pasa la vida interpretando al personaje o personajes que les hubiera gustado ser.

Por cierto, ¿qué día lees en la asociación?

Un besito.

Emilio Porta dijo...

"En cuanto al límite de la ficción, no creo que para todos sea el mismo, si tenemos en cuenta que hay gente que se pasa la vida interpretando al personaje o personajes que les hubiera gustado ser"

Empiezo por el final, Mila, porque es algo de lo que no hemos hablado todavía: el fingimiento. Ya sabes que Pessoa decía que el poeta es un fingidor...pero lo decía en otro sentido, en el de que escribe como si no sintiera lo que siente a veces o como si sintiera lo que no siente...pero, en cualquier caso, algo tiene que ver también con tu aseveración. ¿Ser uno mismo? ¿Tratar de ser otro, una impostura? Pues parece que todos, en la vida, tratamos de ser lo que no somos, salvo los que somos quienes somos. Bueno, no quiero decir que yo me incluya como ejemplo de persona "auténtica" pero tampoco pienso que haya demasiada artificialidad en mis comportamientos. Lo cierto es que, si, que hay personas que se ocultan detrás de máscaras, o por timidez, o por miedo, o por pudor...el caso es que es dificil llegar a conocer su yo auténtico. No es tu caso, Mila, como bien dices. Aunque, de todas formas, la obra está servida desde nuestro nacimiento y los papeles, podemos irlos cambiando, pero uno u otro tenemos que representar en la sociedad. Fue Calderón el que habló de este tema, en "El Gran Teatro del Mundo" obra en la que Dios aparece como un demiurgo arbitrario que parece no dejar contento a nadie con la atribución de papeles. Así que, Mila, feliz tú por gustarte el tuyo. Bueno, una escritora que acaba de presentar ahora su novela siempre siente que no desea ser otra. Sobre todo porque "El funeral de un cobarde" es el paso que siempre deseaste dar y ahora te ves con fuerzas - y profesionalidad - para los pasos siguientes. Gracias por el comentario, Mila. Ya sabes lo que te valoro y te aprecio.

Emilio Porta dijo...

Hago una lectura de relatos, ya que me lo preguntas, el día 17, en el Salón de Actos de la Asociación de Escritores y Artistas. Ya sabes que, últimamente, no le doy demasiada importancia a estas cosas personales, pero bueno, siempre que no nadie lo sienta como compromiso, es bueno tener a los amigos en la audiencia. Leeré algunos relatos inéditos de un libro que acabo de finalizar y algo, también, de obra publicada. Esta vez dejamos la Poesía para otra sesión. La verdad es que me siento igual de cómodo en ambos géneros. Un beso, Mila.