miércoles, 28 de septiembre de 2011

Telegrama enviado desde Australia por David Nihalat


"EL TIEMPO ES COMO UN VIENTO CONSTANTE QUE ARRASTRA LA MEMORIA Y LOS DESEOS.
UN VIENTO INMISERICORDE QUE SALTA SOBRE LA VIDA Y DESTRUYE TODAS NUESTRAS BARRERAS"

El tiempo, depredador y usurero, jugador de ventaja, violador de todos los sueños.

15 comentarios:

Emilio Porta dijo...

Los telegramas son cosa del pasado. De aquellas películas de mediados del siglo XX, tipo Casablanca, Luz de Gas, El puente de Waterloo...tantas veces vistas en reposiciones en TVE 2 o en las Salas perdidas de viejos cines.
Habiendo mails, y en el siglo XXI, es difícil de entender que David me haya enviado un telegrama desde Australia.

Manuel dijo...

Querido Emilio: "El tiempo es la medida de las cosas perecederas", solo eso.

No lo olvides. Frente a lo eterno el tiempo no existe.

Siempre con mi gran abrazo.

Emilio Porta dijo...

Magnífica frase, Manuel. Tendré que reenviarsela a mi amigo David, que supongo que es profesor de Filosofía en Adelaida, a ver que opina. En cualquier caso yo tomo buena nota de ella. Solo me falta ahora convencerme de que no somos cosas perecederas.
Me gusta aprender. Hay personas que nos enseñan. No siempre, pero sí algunas veces. Yo hago colección de esas veces. Guardo y rememoro. Y de esa forma el pensamiento se mantiene vivo. Mientras el cuerpo - sede de la consciencia, ese es el punto que nos llevaría a un debate o un intercambio - aguante. Un abrazo, querido amigo, y gracias por estar ahí, que es aquí.

Emilio Porta dijo...

Hay una pequeña errata en mi contestación anterior que tiene su gracia y me da pie a ampliar el comentario. Escribo que supongo que mi amigo David Nihalat es profesor de Filosofía. No lo supongo, lo sé. Es profesor de Literatura Española en la Universidad de Adelaida, en el sureste de Australia, pero también es profesor adjunto de la cátedra de Metafísica. Sin embargo es un tipo sencillo y abierto que cree que las mejores clases las da la vida. Y que los títulos no son más que botones numerarios en una sociedad cuyos mejores sabios están entre la gente normal. Que es donde se suele encontrar a los seres humanos excepcionales. Algunos, además, escritores y pensadores, compañeros del único oficio importante: el oficio de vivir.

Mari Carmen Azkona dijo...

Querido David, en una de mis entradas Manuel me dijo, no recuerdo sus palabras exactas, que el tiempo podía ser flexible y estirarse como un acordeón. Me gustó lo que me dijo, ¿por qué no? y recordé a Zenón y su flecha.

Nacemos con fecha de caducidad y un tiempo limitado, eso nadie lo pone en duda, pero podemos pensar que entre ese inicio y ese final hay infinitos segmentos temporales. Esos segmentos, esos tiempos son los que de verdad importan. Los tiempos en los que compartimos amistad, en los que amamos, en los que aprendemos, en los que soñamos...

No dejemos que se pierda ni un solo segmento temporal sin disfrutarlo y valorarlo como es debido... Hasta los negativos que serán lecciones y, la mayoría de las veces, reforzarán, a pesar del coste vital, nuestro crecimiento.

Besos y un fuerte abrazo que traspasa fronteras. Hace mucho que no nos visitabas, te echaba de menos.

Emilio gracias por cedernos tu espacio y conectar España con Australia. Un abrazo también para ti.

Emilio Porta dijo...

Bueno, MC, no se si el comentario, magnífico comentario en cualquier caso, va dirigido a mi o a David, pero dado el nivel de relación entre ambos creo que vale que conteste yo por los dos. Dices: "Entre ese inicio y ese final hay infinitos segmentos temporales. Esos segmentos, esos tiempos, son los que de verdad importan". Me gusta esta acotación porque te refieres al tiempo, no por su cantidad, sino por su cualidad. Eso me recuerda una frase de Julio Cortázar en Rayela: "Al final solo queda un conjunto de fotos, de instantes fijos" Sí, supongo que eso vale para el final de la vida y para cualquier momento en el que hagamos balance. En realidad la cita completa, parafraseando a Cortázar, es "la vida no es cine, sino fotografia...al final, etc." Yo creo que la cualidad del álbum es lo que importa. Hay personas que, afortunadamente para ellas, no necesitan objetos ni papeles. Les basta la memoria. Eso, cuando la memoria es brillante y los recuerdos aparecen suficientemente claros es una suerte, una gran fortuna. Supongo que las impresiones nos quedan no solo en el cerebro y a veces se acumulan en todo el cuerpo. Son huellas invisibles que permanecen siempre dentro de nosotros. Gracias por tus palabras y un gran abrazo.

Emilio Porta dijo...

Vaya, he puesto en el comentario anterior "raye-la" en vez de Rayuela. En que estaría pensando. Cierto que lo he puesto sin guión...y que rallar y rallarse es con doble ele (antes de decía elle - en español - pero ahora se lee "ella" ( elle ) en francés. Bueno Port, corta este rollo, que solo era una nota a pie de comentario, ¿no?. No hace falta que ahora digas ( repetición dos mil uno) que Rayuela es una de las obras maestras de la Literatura universal, que no te cansarías nunca de leer a Cortázar, etc. No le quieras sacar tanto partido a una errata.

Luna dijo...

Bueno, Emilio Porta, el tiempo, los momentos no caducan, si nosotros. pero solo el cuerpo, lo importante es mantener el alma intacta, "raye-la incluída". Que puede ser visto como un error al tipear, pero no; es un momento, y persiste.
Me asalta una idea....Eternitud.

Saludos enormes.

Emilio Porta dijo...

Nosotros solo caducamos cuando dejamos de ser conscientes. Ayer decía Fernando Savater algo que me encantó: ¿Vida después de la muerte? Será vida después de la vida porque después de la muerte no puede haber vida. El concepto muerte ya deshace la vida. Aparte del juego de palabras...hay una gran verdad que debemos deducir: mantengamos la vida con la vida. Y dejemos las entelequias para la filosofía. ¿Eternitud? Eso me gusta más. Es como hacer que la eternidad no sea tan circunspecta.

Mila Aumente dijo...

Yo lo que quiero es que me toque el décimo de lotería de Navidad que he comprado en Ibiza. De ser así, viajaré a Australia y, por fin, podré conocer a tu amigo David Nihalat. Seguro que es un tipo interesante.

De momento, hasta que llegue la Nochebuena,leo a Cortazar, a Emilio Porta y a algunos otros que, a través de los sueños, me llevan hasta ese lejano y maravilloso País.

Emilio Porta dijo...

Es un tipo realmente curioso, Mila. Le gusta observar y callar. No habla mucho, pero toma nota de todo. Le conozco desde la infancia, pues los dos estudiamos juntos desde los primeros cursos de parvulillos, así se llamaba a los críos y, desde entonces, hemos mantenido una buena amistad. Creo que una relación sale adelante cuando el mundo de ambas partes es el mismo y siempre hay cosas por descubrir y compartir. No entiendo la amistad si no es a partir de la identificación aunque respetando parcelas de libertad. David y yo somos, sin duda, compañeros de letras y grandes amigos. Es posible que no tengamos que ir a Australia a verle. Creo que vendrá a Madrid por Navidades. Por lo demás, leer a Cortázar siempre es buena compañía para cualquier viaje, sobre todo el viaje diario por nuestra cotidianidad. Gracias, Mila, por tu comentario. Creo que sí, que este año la lotería va a tocar en Ibiza. Esperemos que sea en tu número. Es evidente, que, con algo de dinero, hay cosas que se pueden hacer y otras que, aún con dinero, tampoco se pueden hacer, aunque, por lo menos, parece que están más cerca.

Rosa dijo...

Mi querido Emilio, según nos contó Aristóles, el tiempo es la medida del movimiento entre dos instantes... Tal vez la clave esté en saber encontrar los instantes adecuados para tomar la medida.

Mis respetos a David Nihalat, pues no es fácil encontrar a alguien capaz de aprender de cada día vivido.

Y mi abrazo para ti

Cris Gª. Barreto dijo...

Estimado Emilio:

Está claro que el tiempo forma un espacio entre los recuerdos.
A mí, particularmente, me llama la atención cuando alguien dice: No sé en qué matar el tiempo. ¿Acaso se puede ignorar que es éste quien nos mata a nosotros?
El menor de los instantes ya es, en sí mismo, un paso del tiempo.
A veces hasta nos olvidamos de mirar al arco iris pese a su paso efímero por el horizonte.
Siempre vamos con prisas como si pudiésemos avanzar al tiempo. Esta apreciación se va acentuando conforme aumenta nuestra edad. De pequeños nos sobraban horas para jugar, estudiar e incluso para desear que pasase más rápido el tiempo, pues nuestra inquietud por poder hacer cosas de mayores nos apremiaba en deseos. Una vez cumplidos anhelamos ser niños y sentir, en otra medida, el paso del tiempo.
El tiempo descubre cosas que el hombre intenta ocultar; el tiempo no separa a los amigos.
Y no hay nada más imprevisible que calcular nuestro tiempo, el que nos queda. Por contra, en ocasiones, lo desperdiciamos en cuestiones irrelevantes. Imperfección humana que debería subsanarse.
Dicen que la antigüedad del tiempo es la juventud del mundo. Bueno, esto sería cuestionable en las circunstancias coetáneas que nos mueven, ¿hacia dónde? ¿Cómo saberlo? Ahí vuelve a tomar cartas en el asunto -el tiempo- pues marca el porvenir de la vida y el implacable devenir de la muerte.

Y, cómo no, agradecerte tu -tiempo- por habernos brindado esta magnífica entrada.

Con estima y admiración,
Cris.

Emilio Porta dijo...

El tiempo, esa convención, que es, sin embargo, tan poderosa...Haces afirmaciones que nos llevarían a un debate multidireccional, Cris. Realmente, si un texto es capaz de generar comentarios como el tuyo, es que, sin duda, ese texto genera algún paso en alguna escala de pensamiento. Tanto David como yo nos sentimos halagados de comprobar que este hecho se produce en tu lectura y genera un nuevo texto de gran interés, esta vez firmado por otra escritora y poeta notable. Tiene, además, tu comentario, una impecable redacción y una gran belleza de escritura.
Finalmente el tiempo no deja de ser un marco de los sucesos. Y son estos los que conforman, más que el tiempo, la vida de las personas. Los hechos marcan, las vivencias determinan nuestro modo de mirar y ver, no solo el presente, sino el pasado, asumido - como decía Thomas Stern Eliot - por el futuro.
Considero que la palabra escrita tiene un gran valor terapeútico sobre nosotros. Transmite lo que somos, lo que deseamos ser, e incluso rescata lo que fuimos. La escritura es una catarsis para el escritor. Camina con ella, reflexiona con ella, mejora con ella. Por eso a algunos de nosotros nos acompaña siempre la palabra escrita. Si ésta no se vierte, quedamos mudos. Nos convertimos en habitantes de nuestra propia extrañeza, la que se guarda en el baúl en el que encerramos nuestro ser más personal.
No podemos escondernos de nosotros mismos. La gran ventaja de escribir es que descorre continuamente el velo de niebla que trata de impedir , no solo que salgamos de nosotros mismos, sino incluso que entremos. Un beso, Cris, muchas gracias por acercarte a mi blog.

Emilio Porta dijo...

Querida Rosa, he contestado a Cris pegado a su comentario y a ti, dando un saltito. Lo ideal sería no tener medidas. Ni tener que tomarlas. No medir la vida. No calcular ni el tiempo, ni las emociones, ni los actos. Es como si todo fuera debido a lo mismo : la división del ser humano a partir de la necesidad y la supervivencia. Sí, eso es. No es el tiempo lo malo, sino el modo de vivir, producto, no del deseo, sino del mandato de organizarnos para subsistir, primero, e intentar robar instantes de felicidad a la vida, después.
Ahí estamos siempre, en el intento. Le doy tus recuerdos a David y un fuerte abrazo para tí.