sábado, 28 de julio de 2018

COMO LA IMAGINACIÓN Y LA MEMORIA CONFORMAN LA CULTURA.


                  La gran fortuna de poder imaginar es que convertimos la irrealidad en realidad. Todo lo que imaginamos permanece mezclado con lo que pasó, aunque no haya ocurrido exactamente como lo recordamos o se cuenta, e incluso no haya sucedido jamás. Siempre he creído que los personajes de todas las novelas y relatos son tan reales como sus autores. El camino de descubrimiento de las sensaciones que discurre entre la mente y el corazón tiene siempre destinatario, aunque no lo conozcamos o esté oculto en el misterio de un universo que fue de papel y ahora es de ondas electromagnéticas. Ambos conforman memoria. Y la memoria, la propia y la ajena, acumula el transcurso de todas las historias desde el comienzo de la Humanidad, desde los albores de la cultura. Esa cultura que nos hace evolucionar de modo más libre y permite que cada acción nazca sobre tierra labrada y cultivada, no sobre una superficie yerma sobre la que nada se recoge. Cultura que va uniendo eslabones más allá de los individuos concretos que la enriquecen y que empuja en su desarrollo a todas las sociedades. Cultura y memoria que permiten que la añoranza y la nostalgia sean un motor de vida y no permanezcan inservibles en un baúl cerrado en medio de la disolución y la oscuridad.