EL VIAJE DE LAS FOTOS Y LAS PALABRAS
Cuando era pequeño me enseñaron a rezar. Era algo bonito, porque entrañaba deseos de algún bien para mí y para los que quería. Yo he rezado, a mi manera, lanzando pensamientos y sensaciones al aire, en los monasterios y en las iglesias pequeñas, también en alguna catedral, alguna ermita. No creo en nada de esas cosas, pero es como si hablara a las estrellas, a las fuerzas cósmicas y mágicas. Ya no lo hago directamente a Dios, no es posible hablar a alguien tan descuidado e inexistente como persona. Pero hablo en silencio a los misterios.
Las oraciones partían siempre del desastre. De este valle inundado de lágrimas. Y, seguramente, muchas de ellas han llenado los mares. Sin embargo, a pesar del cansancio y el frío del invierno, siempre quedan pequeñas islas de esperanza y paz asentadas en la memoria y en la conciencia de que el sol sale después.Y en la certeza de que también hay lluvia y niebla buenas y el gris puede ser un maravilloso color.
La Literatura ha sido, durante prácticamente toda mi existencia, plataforma y refugio constante. Por eso compartirla con quienes caminan del mismo modo, y perciben y sienten la misma atmósfera, hace circular la sangre cuando se detiene por circunstancias inesperadas de la vida.
A veces pongo también fotos a las palabras, faros de luz que acompañan los surcos labrados en el tiempo.Todo ello hace que aunque, en alguna ocasión, caminar sea complejo y difícil, podamos continuar el viaje y llegar a lugares donde nada se nos puede quitar.
A veces pongo también fotos a las palabras, faros de luz que acompañan los surcos labrados en el tiempo.Todo ello hace que aunque, en alguna ocasión, caminar sea complejo y difícil, podamos continuar el viaje y llegar a lugares donde nada se nos puede quitar.